jueves, 23 de junio de 2011

¿UN DÍA CUALQUIERA?


Definitivamente, no. Ha sido un día con casi unos 50ºC con un montón de horas de trabajo a las espaldas, el día de mi cumpleaños y la primera vez que me piden que me case con alguien. Pero, nada de esto lo hace especial (la temperatura normal en esta época y que podría subir hasta, depende quien lo diga, 51ºC-55ºC; y quien quería casarse conmigo tiene más de 55 años y menos de 10 dientes). Lo especial ha sido el destino: Dajla.

Antes que nada, quizás debería explicar exactamente qué hago por estas tierras:  ni soy comercial de estufas, ni investigadora de la reproducción asistida de escorpiones. En realidad, me dedico, desde hace unas semanas a la selección de un proveedor de productos frescos (bueno, en algunos casos, esta definición puede resultar un tanto optimista) que en mi caso se reducen a patatas, cebollas y zanahorias. Y posteriormente, a distribuirlas. Ahora, estoy en la primera fase, pero, aprovechando que en la actualidad ya se están realizando distribuciones del mismo tipo de productos, estoy acudiendo a las wilayas  (asentamientos/poblaciones) para ver exactamente cómo lo hacen, y aplicar el mismo método que lleva funcionando desde hace mucho tiempo y cada vez con mejores resultados. La gran dificultad que tiene este trabajo es la responsabilidad: depende de la calidad de mi trabajo, será la calidad de la comida que tengan los refugiados (que en muchísimos casos, sólo comen lo que les dan la ayuda humanitaria). Nos levantamos sobre las 5 de la mañana, ya que la idea es empezar la distribución a las 6 a.m., y que se pueda repartir la comida cuanto antes por dos razones: la gente no puede estar esperando 6 horas bajo el sol tórrido de los 50ºC y en segundo lugar, la mercancía se estropea rápidamente.

Hoy, tocaba Dajla. ¿Qué tiene de especial esta wilaya? Que es la wilaya la más: más lejana, más pequeña, donde hace más calor, pero sobretodo, la más bonita. Ahí es donde hacen el festival de cine y que acuden siempre actores españoles, ya que el lugar es idílico. Sinceramente, no he sido capaz de ver mucho, ya que cuando hemos empezado la distribución, el sol estaba en su pleno apogeo (o sea, desde las 9:30hrs hasta las 18:30hr) y las visitas turísticas se reducen a las zonas próximas de la comida con sombras o a las casas de la gente que te ofrecen un té (en 3 semanas que llevo aquí, he estado en más jaimas y casas del Sahara que 15 años en Valencia).

Lo mejor y peor del trabajo es recibir las gracias de la gente. Lo mejor, porque siempre es gratificante recibir unas felicitaciones y especialmente en este tipo de casos; pero al mismo tiempo, te haces pequeña, porque en realidad eres tú la que les quieres dar las gracias por el trato que tienen contigo, por estar siempre de buen humor y no permitir que tengas un mal día; y por supuesto, te parece tan injusto lo que les sucede que lo único de lo que tienes ganas es de darles ánimos y pedirles que no decaigan, que esto terminará (no me veo capaz de añadir la palabra pronto).

Otra cosa que es fantástica del trabajo, es que comemos en casa de una familia (a quien pagamos posteriormente), saharauis y expatriados (vamos, no saharauis). Continúa chocándome mucho que me saquen leche y magdalenas  como entrante antes de un cous-cous; pero además, hace tanto calor, que luego (en mi caso, a veces antes), nos echamos una siesta. Así, cogemos fuerzas, para al día siguiente poder levantarnos otra vez a las 5 a.m.  (en teoría la distribución es una vez al mes, durante 4 días consecutivos). No me imagino mejor manera de celebrar un cumpleaños que haciendo realidad tus deseos

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