domingo, 19 de junio de 2011

ANTONELLA


Oigo un ruido. Abro un ojo intentando averiguar qué o quien lo ha provocado y no tardo en saberlo. Es Musa, que abre la puerta de mi habitación sin llamar (el sentido de la intimidad, no es la especialidad del pueblo saharaui). Me dice en un español casi ininteligible que tengo que salir porque un hombre me quiere invitar a una fiesta.
Si Musa fuese una mujer típica saharaui (o sea, dulce), le diría que esperase a que estuviese presentable, pero me recuerda tanto a la Srta Rottenmayer, que temo que si le digo algo parecido, me pedirá que le escriba en una libreta: "No volveré a ser impertinente" 1.000 veces. Por las dudas, decido dedicar sólo 3 segundos a que mi pelo, a lo Lisa Simpson sea un poco presentable y salgo al pasillo con un pijama de Hello Kitty con brillantitos.
Lo que me temía: no sé a quién estoy saludando. O peor aún, me lo han presentado y no lo recuerdo. Me da la mano y me dice que me quiere invitar a la ceremonia de nacimiento de su hija (ritual similar al bautizo cristiano, pero sin sacerdote). Me doy la vuelta por si veo a Pedro Almodóvar grabando esta situación tan surrealista (ir con un pijama de Hello Kitty con brillantina, saludando a alguien que no conoces y que te invita al bautizo de su hija, no se puede denominar de otro modo). Finalmente, se presenta (gran alivio, es la primera vez que lo veo). Es Mamuti, el chófer de otra cooperante y gran amigo de Moludi (el correcaminos del desierto).
Acordamos entre los diversos cooperantes que acudimos a tal evento, poner una cantidad y dársela en mano (ya que en Rabouni, la única ropa que se puede comprar proviene de Suecia, y de segunda mano, y Tindouf queda descartado).
Acudimos al lugar de la celebración: las mujeres de la familia hacen el ritual (mojar diversos collares, cada uno representa un nombre) y finalmente, se decide por Antonella, (la cooperante con quien está Mamuti). En contrapartida, Antonella tiene que bailar (je, je…) y regalar un cordero a la familia (quizás, éstas son razones de peso para darle el nombre de alguien que esté vivo).
Nos sacan la comida, que me parece un auténtico lujo: pinchos de carne de camello, carne de cordero guisada, dátiles (espectaculares, he empezado a hacerme fan de ellos), ensalada y una sandía fantástica. Todo ello aderezado con tantos tés como sea capaz tu cuerpo de absorber (mi límite son tres, el de los saharauis, todavía diversos equipos de investigación no lo han podido descubrir).
Mucha gente del barrio no cocinará hoy, porque saben que si acuden a casa de Mamuti, él les dará un plato sabroso de carne (se han sacrificado unos cuantos corderos, en previsión de cumplir todas las demandas).
Vuelvo a casa preguntándome cómo es posible que haya celebrado el nacimiento de una criatura que no he llegado a ver.
 

1 comentario:

  1. Preciosa esta entrada. Como me conoces sabes que no soy pelota, así que cuando digo que me ha encantado leer esta entrada, es porque soy sincera. Me han entrado ganas de estar ahí disfrutando de esa celebración y de la hospitalidad de los saharauis. Eres muy afortunada por vivir esta experiencia.

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